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EDITORIAL POR INVITACIÓN

Medicina: ciencia, arte y virtud o comercio, industria y política

Señoras y señores:

Quisiera comenzar leyendo el siguiente pensamiento. Corresponde a un pasado, ya lejano. Dice así: “Si eres indiferente a la fortuna, a los placeres y a la ingratitud. Si sabiendo que te verás muchas veces solo entre fieras humanas.

Si tienes el alma lo bastante estoica para satisfacerte con el deber cumplido.

Si te juzgas suficientemente pagado con la dicha de una madre que acaba de dar a luz, con una cara que sonríe porque el dolor se ha aliviado, con la paz de un moribundo a quien acompañas hasta el final.

Si ansías conocer al hombre y penetrar en la trágica grandeza de su destino.

Entonces, hazte médico, hijo mío.”

Señores, acabo de leerles los Consejos de Esculapio, Dios Mitológico de la Medicina. Lamentablemente corresponden ya a una medicina que fue.

Cuál es la situación actual de nuestra profesión?

 

No podría expresarlo de mejor manera que como fuera relatado en un mensaje flotante puesto en Internet por este navegante trasnochado, el que les habla.

Se titula “Derrelicto llamativo”. Derrelicto significa desamparo, abandono. Dice así:

SOLÍA SER MEDICO. Ahora soy un prestador de salud. Solía practicar la medicina. Ahora trabajo en un sistema gerenciado de salud. Solía tener pacientes. Ahora tengo una lista de clientes. Solía diagnosticar. Ahora me aprueban una consulta por vez. Solía efectuar tratamientos. Ahora espero autorización para proveer servicios. Solía tener una práctica exitosa y colmada de pacientes. Ahora estoy repleto de papeles. Solía emplear mi tiempo para escuchar a mis pacientes. Ahora debo utilizarlo para justificarme ante los auditores.Solía tener sentimientos. Ahora solo tengo funciones.

SOLÍA SER MEDICO. AHORA NO SÉ LO QUE SOY.

Quisiera que Uds. interpreten mis palabras como una sincera autocrítica. El que este libre de culpas que tire la primer piedra.

Yo no me siento libre de culpas.

El objetivo de estas reflexiones es preocupar, es estimular la reflexión.

La vida del médico, hoy día, es trabada e intrincada, el éxito cuando llega, es tardío y duramente elaborado. Este éxito, de lograrse, es el resultado final conseguido con más austeridad que diversiones
La sociedad actual ha trastocado los principios nobles y virtuosos. La sociedad actual justifica la existencia solamente a través del tener, del poder y del placer.

Basta con ver nuestros programas televisivos de aire para confirmar mis dichos.

La realidad observable en el campo de la medicina muestra aspectos altamente preocupantes.

Existe una evidente crisis humana dentro de la medicina actual que por un lado ha llevado a formular proezas técnicas pero al mismo tiempo ha despersonalizado el trato al paciente, apartándolo de la beneficiosa y tradicional relación personal, tan importante para lograr un mecanismo terapéutico.

La super especialización, el tecnicismo y la masificación de la asistencia médica son en alguna medida responsable de que el papel del médico haya declinado su tradicional sabiduría, su arte y su virtud.

Hoy día hay quienes se preguntan si la medicina, como profesión, sigue siendo ciencia, arte y virtud o acaso, más bien, comercio, industria, y política. Este es, señores, nuestro gran dilema. Quisiera desarrollar estos conceptos.

¿La medicina es ciencia? ¡Claro que lo es!

Estoy convencido que las próximas dos décadas serán el período más revolucionario de la historia del conocimiento científico.

Cambios espectaculares tendrán lugar a partir de los avances en biología molecular, en ingeniería genética y en medicina regenerativa.

El rápido desarrollo de los adelantos científicos y tecnológicos y la vida relativamente breve de los mismos, hacen que el médico hoy competente deje de serlo si no continúa educándose.

Al egresar de la Escuela de Medicina el médico asume el compromiso de prolongar su formación de manera permanente, es decir de mantenerse constantemente al día.

Estamos también obligados a replantearnos ciertos problemas filosóficos, ético-morales y aún legales.

Sucede, señores, que, hoy día, estamos demasiado informados pero poco pensados.

No debemos olvidar, nunca, jamás, que la ciencia es para el hombre y no el hombre para la ciencia. Esto, obliga al medico a descender de su pedestal. Le exige la adopción de una postura más humilde y más humana.

Comentemos nuestro enunciado siguiente: ¿La medicina es arte? ¡Si, también lo es!

Luis Güemes definió la medicina como una ciencia difícil, un arte delicado y un oficio humilde.

La incorporación a nuestro acerbo cognitivo de las manualidades y destrezas que los adelantos técnicos introducen a diario en el ejercicio de nuestra profesión, requiere una creatividad y una precisión comparables a la del músico que ejecuta una pieza musical o a la destreza del pintor que plasma sobre la tela su talento.

De ahí se justifica que Luis Güemes haya llamado a la medicina un arte delicado.

Sigamos reflexionando ¿Se requiere ser virtuoso en el ejercicio de nuestra profesión? ¡La respuesta es obvia!

La necesidad de una moral intachable se mantiene actualmente con mayor firmeza que nunca, trascendiendo el campo de la medicina.

La formación del médico no sería suficiente ni adecuada si fuera solamente técnica. Para ser completa debe ser, también, ética.

La Facultad de Medicina no agrega ni mucho ni poco a la estructura moral del universitario.

En esta área nadie encuentra en ella sino lo que lleva al ingresar.

La ética, define qué debe hacerse. No hay una sistemática de la ética y es por eso que no puede enseñarse en un sentido ortodoxo.

La única forma de enseñar la ética es con el ejemplo.

Yo diría que es necesario educar con formación y no solo enseñar la información.

Los discípulos se forman a imagen y semejanza de quien los educa.

Sólo hombres rectos pueden educar con rectitud. Yo definiría la técnica como lo realizable; la ética en cambio es lo aconsejable.

Frente a cada situación el médico debe preguntarse: ¿qué hay que hacer?, y sobre todo: ¿qué hay que dejar de hacer? ¡Nada hay más temible que ciencia sin conciencia!

Nos preguntamos entonces ¿cómo puede un profesional médico mantener su conducta ética y cumplir con todas las exigencias de una conducta positiva, si está inmerso en un marco conflictivo creado por las tendencias de las actuales empresas de medicina prepaga, que pretenden llevar el sistema de asistencia al área del mercado?

No tengo respuesta a esto.

Sigamos adelante: ¿Cómo se infiltra el comercio en nuestra actividad profesional?

Durante muchos años la profesión médica estaba ubicada en una torre de marfil, en cierta medida estábamos aislados del resto de nuestra cultura: éramos los intocables.

Los médicos gozábamos de un enorme prestigio. Yo lo he vivido en mis comienzos.

Pero nuestro período de gran prestigio terminó abruptamente.

El mundo exterior ha comenzado a escrutar el accionar de nuestra profesión y nos han empezado a solicitar rendición de cuentas.

¿Por qué hay tal grado de desconfianza hacia nosotros? ¿Por qué nos enfrentamos ahora con este problema?

La sociedad parece ensañada con los encargados de velar por su salud.

Nuestra profesión ha sido considerada, por siglos, la más noble de todas. ¿Qué hemos hecho mal o qué hemos dejado de hacer?

Es importante que nos hagamos estas preguntas.

No me cabe ninguna duda de que somos en parte responsables de esta situación.

Avancemos en el tema: los altivos artistas, sino el equivoco Mercurio, que fue patrón no solamente de los comerciantes sino también de los ladrones.

Hay un tema al respecto que debe ser tratado  con absoluta claridad: el de la participación de honorarios que el hábito designa acertadamente con la convención formularia a/a.

La alternativa sería la de la cuenta de honorarios conjunta. Queda de esta manera señalado que lo inmoral no es la participación de honorarios, sino la participación a espaldas del enfermo.

La formula seria “cuenta por honorarios medico- quirúrgicos de los doctores Fulano y Zutano. La proporción en que el monto total de los honorarios se reparta entre uno y otro dependerá de la valoración que entre ellos se haga, confraternalmente, del trabajo de cada cual.

Otro hecho que deseo destacar es la situación de iatrogenia genérica que surge del evidente apresuramiento con que se trasladan a la clínica los hallazgos, con frecuencia, más comerciales que verdaderamente científicos, de los productores de drogas.

Presionado por una propaganda cada vez mas activa y condicionante incurre el médico, equivocadamente, en la indicación medicamentosa que se le ofrece como de un efecto categórico.

Otra disyuntiva es si, ¿la industria influye en nuestra actividad profesional? ¡Claro que influye y mucho!

El grave riesgo consiste en no venerar el método científico y sentirnos, en cambio, cautivados por los progresos técnicos.

La publicidad de la industria que nos abastece se cumple merced a varios procedimientos menores, culminando con los más costosos como ser las inscripciones a congresos, pasajes a lugares lejanos y estadías en lujosos hoteles.

La libertad de acción de los médicos se ve de esta manera coartada en buena proporción. El médico pierde su libertad intelectual.

Si el médico cae en la trampa termina menospreciando la calidad de su propio discernimiento y termina aceptando ciegamente como dogmas los avances tecnológicos que tienen sus propias limitaciones y que están sujetos a constante mutación.

El abuso en el uso de estas nuevas tecnologías deshonra a nuestra profesión. Daña la imagen de la medicina. Contamina la mente y las conductas de nuestros residentes.

Finalmente, ¿cómo somos manipulados por la política?. El Hospital Publico, tal cual esta organizado en nuestro medio constituye, en un elevado porcentaje de casos, un inmenso foco iatrogénico.

Si el sistema de salud no cambia vamos al quiebre, o mas bien diría, el sistema de salud ya esta quebrado. En materia de Educación Medica de Grado y de Post Grado, el retardo pedagógico de las Facultades de Medicina Públicas ha llevado a una situación de mala praxis docente.
El alto grado de politización que existe en nuestras

Facultades termina creando un ambiente opuesto al que podría considerarse adecuado para un lugar de estudio, de reflexión intelectual y de experimentación.

El futuro de la ciencia y de la educación en la Argentina, están hipotecados por el rechazo de muchos docentes y de muchos estudiantes a implementar un sistema que privilegie la excelencia.

Esgrimen una excusa altamente politizada y demagógica. Se plantea así una dramática alternativa entre educación mediocre e irrestricta para todos o educación de alta calidad, necesariamente acotada a las mejores mentes del país.

La mayor parte de los fondos se malgasta en una masa de estudiantes que finalmente abandona la carrera.

Hay países que invierten mas por alumno, pero en comparación los graduados cuestan menos porque se reciben el 80% o el 90% de los que empiezan.

Soy un convencido que las Facultades Públicas de Medicina no pueden seguir funcionando como viejas reinas madres paridoras de graduados.

Estamos lanzando a la sociedad profesionales formados inadecuadamente. Estamos ingresando en el peligroso terreno de la mala praxis docente. Tenemos de acuerdo a las estadísticas publicadas por el INDEC un medico cada 193 habitantes. Suecia y Dinamarca, por solo mencionar algunas naciones del primer mundo, tienen un medico cada 700 habitantes. Con estas cifras brindan una calidad de salud publica optimas.

Nuestras universidades no tienen suficiente docentes, ni espacio, ni infraestructura. Hay que superar tantas barreras para recibirse que la universidad parece más bien una carrera de obstáculos.

Por tal razón creemos que el ingreso irrestricto a nuestras Facultades de Medicina nos hace ingresar en el peligroso terreno de la ficción: los docentes hacen como que enseñan a alumnos que hacen como que aprenden. Los pacientes, en cambio, no “hacen como que”, exponen su vida ante el médico. Directamente a él la encomiendan.

Nuestro objetivo debe ser no formar más médicos sino mejores profesionales para asistir a la comunidad como se merece.

Señores, la medicina argentina está atravesando una de las etapas más difíciles de su historia.

Debemos concentrar todas nuestras capacidades para no sucumbir víctimas del flagelo de la mediocridad. Debemos vivir en plenitud la excelsa emoción de nuestra vocación médica. Debemos vivir un afán de perfección. No debemos permitir que este fuego sagrado se apague jamás ya que nunca se reencenderá.

También les digo que la dignidad del médico debe ser defendida por los médicos: toleramos resignados el deterioro de nuestra dignidad profesional aceptando locales de trabajo e instrumental inadecuados; completamos obedientemente, resignados, interminables formularios, planillas, recetas por duplicado, manuscritas, con el mismo bolígrafo, en números y letras y con sello, por imposición de cualquier funcionario mal psicoanalizado.

Colegas, la dignidad perdida no se recuperará con declaraciones altisonantes. Habrá que cultivarla y vigilarla celosamente.

Debemos trabajar con amor. ¿Qué significa trabajar con amor? Se trabaja con amor cuando se trabaja llevando en sí el resorte de un ideal.

El que trabaja en estas condiciones imprime un sello de juventud a sus acciones. Entonces, es urgente que restauremos el profesionalismo y la conducta ética a nuestras filas.

Nuestro diploma de médico debe ser guardián de respeto, debe ser garantía de seriedad y de rectitud de procedimiento.

Al elegir este estrado y este auditorio para hacer pública confesión de mis convicciones, lo hice en la seguridad que ante Ustedes, que son mis pares, podía sincerar mis convicciones.

Queridos colegas yo tengo la firme convicción de que la primavera siempre vuelve.

Podremos ser perseguidos pero no arruinados; podremos ser reducidos a la pobreza pero no proletarizados; podremos ser desposeídos pero no esclavizados. Cualquier hostilidad hacia la profesión medica, cualquier impedimento u obstrucción del trabajo medico es un pecado social que tarde o temprano ha de ser castigado.

A la larga, porque somos uno de los parénquimas sociales más importante, somos inatacables.

El médico, quiérase o no, es y seguirá siendo por siempre, un líder de la comunidad.

Amigos todos, muchas gracias por vuestra atención.

 

Prof. Dr. Salomón Schächter